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23 de diciembre de 2016

Feliz Navidad, corazón de tiza y alma de patio

Feliz Navidad, compañer@s docentes.
Quiero compartir las palabras de Luis Aretio para, además de desearos felices fiestas, daros las GRACIAS...

Gracias docentes: desde la Educación Infantil hasta la Universitaria.

Gracias por cada tutoría ganada al poco tiempo, 
ese que nadie te regala.

Gracias por cada acierto, 
y también por cada fallo 
que sin querer a veces se escapa.


Gracias por cada día que no has querido faltar 
con esa gripe estacional o ese dolor del alma.

Gracias por soportar, demasiadas veces, 
a los hijos de los maleducados, 
esos que “revientan” tu aula.

Gracias por llorar a solas, 
y por emocionarte con los gestos invisibles 
que pasan en la rutina… casi desapercibida y callada.

Gracias por hacer malabares 
para que te atiendan, respeten, …
y además aprendan.

Gracias por toda la imaginación con la que compensas 
las muchas sabidas carencias.

Gracias por la paciencia, 
y por dejarte la garganta hecha trizas cada mañana.

Gracias por las formas: 
las buenas, las regulares y las otras menos afortunadas.

Gracias por tus caricias, 
si, esas que sabemos que haces a traición 
después de un esfuerzo y a cambio de nada.

Gracias porque cuando decidiste dedicarte a esto, 
seguro que no se parecía en nada a lo que ahora es, 
pero gracias por no perder ni un ápice de ganas.

Gracias por formar parte de la vida de nuestros hijos, 
porque te recordarán en cada aprendizaje y en cada encrucijada.

Gracias por dar sentido, 
forma y contenido en cada nueva jornada.

Gracias por preparar cada lección en casa, 
por corregir a altas horas de la madrugada, 
por vivir tu oficio más allá de lo que esperabas.

Gracias por convertir cada atasco o dificultad
en una nueva experiencia de oportunidad.

Gracias por molestarte en mandar notas 
con ánimos, ideas y amables palabras.

Gracias por sentir que cada persona merece la pena 
y por nunca pensar en tirar la toalla.

Gracias por seguir animando a aquellos 
de quienes muchos ya no esperaban nada.

Gracias por esas tiritas para la desilusión 
que siempre sabemos que guardas y llevas preparadas.

Gracias por resolver y descifrar respuestas enigmáticas 
envueltas entre imposibles palabras.

Gracias por tu corazón de tiza, 
por tu alma de patio y por tu incansable raza.

Soy hijo de un “maestro de pueblo” 
quien dedicó algo más que su vida a la enseñanza, 
y de él aprendí lo que no se enseña: 
que la vida sin pasión no vale de nada.

No es magia, es educación.

Luis Aretio

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